II

Un virus de última generación abre una antorcha olímpica; las llamaradas virtuales que ondean al viento anuncian la destrucción real, programada y meticulosa del disco duro, que se quema con la misma celeridad, al ritmo del crepitar del fuego, mientras columnas de humo negro oscurecen el cielo de la pantalla. Los expertos, en su fabricación o en su análisis, lo clasifican como el virus más destructivo hasta la fecha; no se conocen medios de extinción eficaces para un incendio digital de esta magnitud. Las cenizas, los rescoldos de cualquier hoguera, tienen su equivalente en la destrucción completa del sector zero del disco duro. El mensaje del fin del mundo que nadie debería abrir, "Actualización de Windows live", en tanto que apocalipsis técnica, se parece cada vez más a una revelación, pirosis universal que consume el universo y reenicia el ciclo del cosmos, el Olimpo de los dioses en directo.

I

Una alambrada de espino, una valla electrificada, aunque sea de baja tensión, un portal enrejado de hierro, no son el mejor sitio para establecer comunicación, y menos todavía cualquier tipo de contacto. El propio espacio reticulado, provisto de zonas de succión y apéndices de sujeción, es el obstáculo a superar, el canal a vadear, ya sea mediante técnicas de saturación o enrarecimiento, exceso o defecto, demasiado cercanas al límite para ser asimiladas; corte y empalme, mínima incisión que apenas se nota, pero suficiente para abrir un paso en la reja, o desmontaje, procedimiento de resultados inversos a los esperados y que sólo se percibe cuando ya es demasiado tarde para sustraerse al efecto.